Preocupa que, desde la óptica del fanático, la mirada objetiva de quienes analizan a profundidad las tesis de los candidatos en contienda sirva para que estos sean estigmatizados y vistos como enemigos

Existen diversos distorsionadores de la conciencia electoral a la hora de ejercer el derecho político y constitucional del sufragio para elegir a quienes gobernarán el país como la venta del voto en dinero o especie incluyendo la esperanza de trabajo futuro. En los últimos años, en un contexto de alta polarización hay un distorsionador que viene en peligroso y vertiginoso aumento, enemigo de la conciencia electoral y de una sana y madura democracia: el fanatismo político.
Los fanatismos políticos enceguecen la razón, enajenan el sentido crítico y los elementos de juicio que debemos tener para elegir a las personas más expertas y probas y, por contera, caldean los ánimos, exacerban los odios, hasta llegar a instigar a la violencia que incluye la persecución de las personas que no comulgan con las creencias y opiniones que adoctrinan sus credos.
Preocupa que, desde la óptica del fanático, la mirada objetiva de quienes analizan a profundidad las tesis de los candidatos en contienda sirva para que estos sean estigmatizados y vistos como enemigos si sus comentarios no favorecen a sus líderes con ribetes de caudillo.
El fanático político “ve lo que quiere ver” en sus caudillos: bondades inexistentes y, peor aún, en medio de la podredumbre política, funcionarios destituidos y condenados por la Justicia por inmoralidad administrativa y desfalco del erario, hacen el elogio del avivato cual virtuoso.
Más peligroso aun es cuando al fanatismo político se añade el fanatismo religioso. Hoy pululan grupos que fungiendo de cristianos y camuflándose en una falsa espiritualidad, tienen todos sus intereses puestos en lo terrenal, acompañando a nefastos políticos si no es que ellos asumen el “liderazgo”, para obtener réditos políticos y económicos.
Ninguna ideología política justifica ni el fanatismo ni la violencia psicológica o física; tampoco se justifica un voto amañado por un candidato no probo para obtener luego favores non sanctos.
Columna publicada en el periódico Vanguardia Liberal, jueves 24 de mayo de 2018.